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18 de abril de 2015

Emprenden el rescate de un navío de guerra inglés de 1763

El buscador de tesoros Rubén Collado volverá a comandar una misión histórica. Esta vez, el escenario es incluso mucho más alentador que el que se le presentó en las décadas de los ’80 y ’90, cuando su nombre cobró fama mundial por los hallazgos realizados en Montevideo. Los restos del buque están a 350 metros de la costa de Colonia y a 6 metros de profundidad.

ANDRÉS LÓPEZ REILLY

El Lord Clive, buque de guerra inglés hundido en combate en 1763 frente a Colonia del Sacramento, se encuentra ubicado con coordenadas exactas. Collado ya lo exploró hace años, aunque nunca pudo retirar los objetos de su interior porque el gobierno no accedía a entregarle el permiso de rescate. El pasado 26 de febrero, a horas de terminar su mandato, el expresidente José Mujica autorizó la suscripción de un contrato de rescate de "los restos, la carga, el alistamiento y cualquier objeto del navío Lord Clive" entre el Estado (Ministerio de Defensa Nacional-Comando General de la Armada-Prefectura Nacional Naval) y Rubén Collado Amatriain.

Además de encontrarse perfectamente ubicado, el Lord Clive, tras incendiarse y hundirse en batalla, fue recubierto con rocas para que no se pudiera retirar la carga de su interior. Entre las rocas y el lecho arenoso que lo protegen, es de esperar que se encuentre allí una verdadera "cápsula del tiempo". En el plano histórico, el Lord Clive, aunque "olvidado" por los cronistas, representa un hito en la historia del Río de la Plata. La batalla que terminó con su hundimiento fue la primera invasión inglesa al Río de la Plata, aunque no se la recuerde así justamente porque fracasó. Rubén Collado ha dicho de este episodio: "Si el Lord Clive no se hubiera hundido en batalla con los españoles frente a Colonia, hoy podríamos estar todos hablando en inglés". "Si ellos tomaban Buenos Aires, que podrían haberlo hecho, después tomaban Malvinas, Chile, Perú, Bolivia y todo el Sur. Dos meses antes la Marina de guerra inglesa había tomado Cuba. Y no hay que olvidarse que Norteamérica, en ese momento, estaba en poder de los ingleses. Todo el continente podría haber sido inglés", añadió Collado, quien desde hace años tiene su museo de naufragios y tesoros en la zona del Real de San Carlos.

Invasión inglesa.

A principios del verano de 1762, en un aviso aparecido en las lóbregas calles londinenses, se solicitaban tripulantes aventureros para una expedición al Río de la Plata asegurando "libertad absoluta para el saqueo". El Almirantazgo proveyó los fondos y con el aporte de juntas comerciales del imperio se fletaron dos naves: el HMS Kingston (bautizado luego como Lord Clive), de 60 cañones, y el Ambuscade, de 40 cañones.

Se sabe que existieron diez naves con el nombre Kingston en la Marina Real Británica entre 1697 y 1869. El cambio de nombre a Lord Clive se debió a que el buque fue vendido, al igual que el Ambuscade, fuera de la Marina en 1762. Para entonces, ya había pasado por dos reconstrucciones.

Ambos buques fueron puestos a las órdenes del capitán Robert Mac Namara, un oficial de la East India Company, y partieron para Lisboa en agosto de 1762, donde se les unieron otras dos naves (una de ellas la fragata portuguesa Gloria) y 600 hombres más. Con Mac Namara viajaba su amigo y socio Joseph Reed que durante años había programado la expedición. Tras una larga travesía hacia el continente americano, la flota arribó a Río de Janeiro, donde por disposición de su gobernador, Gomes Freire de Andrade, conde de la Bobadela, se le agregaron otras cinco naves auxiliares y 400 marineros.

El 15 de diciembre de ese mismo año la expedición partió de Río de Janeiro rumbo al Río de la Plata para atacar Buenos Aires, teniendo previsto hacer una previa escala por Colonia, que todavía creían en manos de los portugueses.

El combate.

Mac Namara decidió en la tarde del 5 de enero de 1763 el plan de ataque, que debía realizarse ni bien amaneciese el día 6. El día clareaba con un cielo totalmente despejado y elevada temperatura; era día de Reyes y el capitán del Lord Clive previó que la población estaría entregada a la liturgia que se celebraba en la festividad católica.

Los dos barcos cardinales de la escuadra, el Lord Clive y el Ambuscade, quedaron a escasos 350 metros de la costa.

A las 6 de la mañana en punto Mac Namara disparó la primera descarga que levantó una furiosa polvareda y una nube blanca que se elevó al cielo al dar de lleno en un terraplén de defensa. Bastó este primer disparo para que un atronador cañoneo, que se prolongaría por cuatro horas, pusiera fuera de combate al Lord Clive, que recibió varias andanadas declarando un incendio que corrió de popa a proa. Por el enorme porte y altura del barco, le era imposible bajar la mira de sus cañones y muchas de sus balas se perdían por encima de la ciudadela. Con una batería corta, los españoles no tenían mayor problema en impactar contra el navío inglés, utilizando incluso "balas rojas", que se calentaban antes para provocar incendios a bordo.

Del Lord Clive solo se salvaron 6 oficiales y 72 marineros, de un total de 500 tripulantes.

Heroica muerte del capitán en batalla.


Mientras el buque se hundía, un marinero se aproximó a Mac Namara, quien quería morir con su nave, lo arrastró consigo y lo obligó a echarse al río. Entregados ambos a las olas, la fuerza de la corriente y el cansancio del combate hicieron desfallecer al soldado. Mac Namara le pidió que lo soltara y le dijo que él nadaría solo. Le entregó su espada por encima de las olas y se hundió en ellas, encontrando allí su muerte.

El Lord Clive se encuentra a 350 metros de la costa y a unos 6 metros de profundidad, en un antiguo canal de ingreso a la bahía de Colonia.

Fue un error del capitán anclar cerca de la costa. "Ese barco, a 2.000 metros, se cansaba de hacerle agujeros a la ciudad con los cañones que tenía. Los españoles bajaron los cañones a la playa y de ahí le tiraron. Lo agujerearon, se incendió y se empezó a hundir", recordó Collado.

CONTRATO DE RESCATE.


Reparto con beneficio a prefectura.


Si bien los contratos de rescate que se han hecho en las últimas décadas establecen un reparto de lo recuperado de 50% para la parte privada y 50% para el estado, en este caso Collado se compromete a donar el 10% del beneficio bruto extraído que a él le pertenezca a la Prefectura Nacional Naval, "para la compra de equipamiento especializado". Esto representa el 5% del beneficio bruto total.

Derechos sobre otros hallazgos.


En otros casos, el Estado ha cedido al privado derechos sobre hallazgos circunstanciales que pudieran ocurrir en la zona de búsqueda. Esta vez, el contrato señala que Collado desiste "de los derechos que le pudieran corresponder en los demás presuntos pecios (restos de naufragios) ubicados dentro de la zona". De todos modos, el buscador de tesoros tendrá "preferencia" sobre ellos en el otorgamiento de nuevos permisos de rescate.

Control decomisión de patrimonio.


El permisario deberá observar las recomendaciones de la Comisión de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Nación, dándole intervención a esta en el procedimiento técnico arqueológico. En el pasado, tanto Collado como otros buscadores de tesoros submarinos (Héctor Bado, Horacio Pardo), han tenido duros enfrentamientos con la Comisión de Patrimonio, a la que acusaron de "trabar" sus emprendimientos.

El privado asume los costos.


Como en otras exploraciones submarinas privadas que se han realizado en el país, el costo que demande la extracción del pecio, así como la conservación arqueológica de los elementos recuperados, correrá exclusivamente por cuenta del permisario, que deberá depositar una garantía del fiel cumplimiento del contrato de US$ 5.000. Durante las campañas de buceo, no se podrá utilizar explosivos.

Fuente: El país digital



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