Adriana Pugliese // La Paloma hoy 

De a poco, mansamente, la gente se fue acercando. Primero a la feria, que funcionaba en la explanada, repleta de productores locales y artesanos y sus mercadería y productos, pero además, para participar del espectáculo para niños a cargo de la bruja Marania, o con la intención de no perderse la llamada de los tambores o el ensamble de percusión con señas.

Los niños disfrutando la tarde con música y espectáculos. Imagen Club La Pedera.

Poco a poco, la luz del día daba lugar a la fresca noche, quizá una de las más frías del año. La temperatura no superaba los 10 grados, por eso muchos se fueron acomodando en los pequeños fuegos armados a pocos metros del tótem, ese que iba a arder en minutos y que elevaría la temperatura de la noche totalmente.

Y ahí estaba, tres metros de alto y representando los miedos, esos que los autores del muñeco -vecinos y artistas locales, e integrantes de Artes plásticas del CURE- sintieron que se debían quemar.

Dos años pasaron sin fogata de San Juan, ni en La Pedrera ni en ningún otro lugar del país, a raíz de la emergencia sanitaria. Dos años de encierro, de temores, dos años raros… Hasta que llegó la noche del reencuentro. Quizá por eso, fue el evento mas convocante de los últimos años, superando las expectativas de la organización y que sorprendió además a los concurrentes, que se acercaron desde La Paloma, Rocha, Maldonado, Montevideo a vivir la experiencia de la noche de San Juan en La Pedrera.

 A las 19:35, con el juego de fuegos previo, llevado a cabo por malabaristas, el muñeco mapeado por el artista Alejandro Sorín que le daba colores al tótem con los ojos saltones e inyectados, con una enorme boca abierta que dejaba ver unos grandes dientes desparejos; fue consumiéndose, envuelto por las llamas, abrigando la noche y encendiendo los rostros. 

El tótem colorido por el mapeo del artista Alejandro Sorín. Imagen Ana Martínez.

Las fotos, los celulares filmando, la gente embelesada y atraída por el fuego, disfrutando de una noche en comunidad, los de aquí, los de allá, amigos, familias enteras, que se animaron después a seguir disfrutando de la música, dentro de la cantina o alrededor de las pequeñas fogatas. Las empanadas y una sabrosa cazuela completaron el menú elegido por el Restaurante El Mero, que funciona en el Club, para amenizar la velada.

Pequeñas fogatas. Imagen La Paloma Hoy

El fuego siguió en la calle, en pequeños montículos que sobrevivían a fuerza de ramas, paja y demás material combustible dispuesto para alargar una  jornada llena de magia. Una noche apta para todo público, en donde nadie queda afuera, con la intención de ir quemando los miedos, alimentar la alegría de vivir o visitar un lugar mágico, bendecido por el mar, aunque el termómetro señale que es una de las noches mas frías del año…

Una vieja tradición  

En Sudamérica, la noche de San Juan se celebra el 21/22 de junio, fecha en la cual ocurre, (a la inversa que en Europa) el solsticio de invierno. Durante ese día, se encienden fogatas en los barrios o pueblos (muchas veces denominadas fogaratas, y otras veces, judas, cuando hay una efigie en la fogata), en torno a las cuáles la gente se reúne. 

La Fogata de San Juan es una celebración ancestral de origen pagano y coincide con el solsticio de invierno, la noche más larga del año. En distintos puntos de América del sur las comunidades preparan sus muñecos representando en ellos sentimientos a quemar y, a través de sus llamas, elevan al cielo sus anhelos, con la esperanza que se cumplan antes de la próxima fogata.